España es uno de los países europeos con mayor diversidad ornitológica y paisajística, contando con los humedales costeros del norte o las las estepas semiáridas del sur. De este modo, las aves encuentran en España lugares esenciales para reproducirse, descansar o invernar. Para proteger estos espacios vitales, se crearon las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), una figura impulsada por la Directiva de Aves de la Unión Europea. Su objetivo principal es salvaguardar los hábitats más importantes para la avifauna, en especial para especies amenazadas o migratorias.
Las ZEPA forman parte de la Red Natura 2000, una red ecológica europea que promueve la conservación de los ecosistemas más valiosos del continente. A diferencia de otras figuras de protección más restrictivas, las ZEPA permiten compatibilizar la presencia humana con la preservación de los valores naturales, siempre que las actividades se gestionen de manera sostenible. En estos espacios, se prioriza la conservación de la biodiversidad sin excluir completamente usos como la agricultura extensiva, el turismo de naturaleza o la pesca.
En el norte de España, entre las ZEPA más importantes destacan las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel y la Ría de Ajo en Cantabria. Este conjunto de humedales costeros representa uno de los enclaves más importantes para las aves acuáticas. En este artículo, repasaremos el concepto de ZEPA y explicaremos el valor de las marismas de Santoña, Victoria y Joyel y la Ría de Ajo, que se extiende desde la costa cántabra hasta el barrio de Pieragullano en Ampuero.
¿Qué es una ZEPA y cómo funciona?
Una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) es un espacio natural designado por las autoridades nacionales de los países miembros de la Unión Europea. Su creación responde a la necesidad de conservar los hábitats esenciales para la supervivencia de aves silvestres protegidas por la Directiva 2009/147/CE. Esto incluye tanto áreas de cría y reproducción como zonas de alimentación, descanso y paso migratorio, siendo España uno de los países con más superficie ZEPA de la UE.
El proceso de designación implica la identificación de lugares con presencia significativa de especies en peligro, poblaciones de aves migratorias o hábitats particularmente valiosos. Una vez reconocida, cada ZEPA debe contar con medidas de conservación adecuadas que aseguren el mantenimiento o la recuperación de las especies y espacios protegidos. Estas medidas pueden incluir la limitación de ciertas actividades, el control de especies invasoras, la restauración de hábitats o el seguimiento científico de las poblaciones de aves.
Además, las ZEPA, fomentan una gestión participativa del territorio, en la que se busca el equilibrio entre conservación y desarrollo local. Esto significa que las actividades humanas, como la ganadería, la agricultura, el turismo o la pesca, no están prohibidas, sino que deben adaptarse a prácticas sostenibles.
Marismas de Santoña, Victoria y Joyel y ría de Ajo
Las marismas de Santoña, Victoria y Joyel y la Ría de Ajo, ubicadas en la costa oriental de Cantabria, forman un complejo estuario-marismeño de altísimo valor ecológico. Este Parque Natural, declarado tanto ZEPA como ZEC, es un área que protege un amplio abanico de ecosistemas: marismas salobres, canales intermareales, llanuras, bosques de ribera y dunas costeras. La gran diversidad de hábitats favorece la presencia de varias decenas de especies de aves, muchas de ellas migratorias o amenazadas a escala europea.
Durante el otoño y el invierno, estas marismas se convierten en un refugio básico para miles de aves acuáticas procedentes del norte de Europa. Entre las especies más destacadas se encuentran el zarapito real, el archibebe claro, la garza real, el cormorán grande y distintas variedades de ánades, así como aves rapaces como el aguilucho lagunero o el halcón peregrino. El equilibrio entre agua dulce y salada, junto con la riqueza en nutrientes del sedimento, proporciona alimento abundante y zonas de descanso seguras.
Este espacio protegido no solo beneficia a las aves. También cumple funciones clave como la regulación de crecidas, el filtrado natural de contaminantes y la amortiguación frente a temporales costeros. Asimismo, la zona cuenta con equipamientos para la observación de aves y rutas interpretativas que fomentan el turismo responsable.
Servicios ecosistémicos de las ZEPA
Las ZEPA no solo están orientadas a la conservación de las aves, sino que generan una amplia gama de servicios ecosistémicos que benefician tanto al medio ambiente como a las personas. En primer lugar, actúan como reguladores hídricos, especialmente en zonas húmedas. Las marismas, estuarios y riberas protegidas ayudan a retener agua durante lluvias intensas, reduciendo así el riesgo de inundaciones. También permiten recargar acuíferos subterráneos y mantener un flujo de agua estable durante los meses secos.
En segundo lugar, estos espacios contribuyen significativamente a la depuración natural del agua. Gracias a la vegetación y a los microorganismos presentes en los suelos húmedos, se filtran sedimentos, metales pesados y nutrientes excesivos que de otro modo contaminarían ríos, estuarios o el mar. Este proceso mejora la calidad del agua y reduce el coste económico de su tratamiento. Además, los humedales actúan como sumideros de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático al capturar y almacenar grandes cantidades de CO₂.
Por último, las ZEPA ofrecen valores recreativos, educativos y culturales, siendo espacios para el ecoturismo, especialmente el turismo ornitológico, que crece año tras año en Europa. También se convierten en aulas vivas para centros educativos y en inspiración para la fotografía, la pintura y la literatura. Su existencia refuerza el sentido de identidad y pertenencia a un entorno natural que merece ser cuidado.
Retos de conservación y futuro de las ZEPA
A pesar de su importancia, las ZEPA enfrentan numerosos retos que amenazan su eficacia. Entre los principales se encuentran la presión urbanística, el abandono de prácticas tradicionales sostenibles y la contaminación. En zonas como las marismas de Santoña, Victoria y Joyel y la ría de Ajo, la expansión de infraestructuras o la mala gestión del turismo pueden alterar hábitats muy importantes. Además, la llegada de especies exóticas invasoras, como el plumero de la Pampa o el bambú japonés, afecta negativamente a las especies nativas y al equilibrio ecológico del sistema.
Otro desafío es el cambio climático, que altera los ciclos migratorios, modifica las dinámicas de inundación y salinidad, y pone en riesgo la integridad de hábitats húmedos. En este contexto, es urgente adaptar los planes de gestión y mejorar la conectividad ecológica entre ZEPA y otros espacios protegidos, como se fomenta desde el plan de restauración fluvial del río Asón y afluentes en Ampuero. También se requiere más inversión en vigilancia, seguimiento científico y restauración ecológica, así como en la formación de personal técnico especializado.
Por otro lado, la participación ciudadana será clave para el futuro de las ZEPA, por lo que involucrar a las comunidades locales, asociaciones ecologistas, centros educativos y empresas en la conservación permitirá compartir responsabilidades y generar conciencia. En este sentido, se promoverá que las ZEPA no solo protegen aves, ya que protegen el equilibrio ecológico, el patrimonio natural y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
La restauración fluvial del río Asón y afluentes en Ampuero y reducción del riesgo de inundación en las zonas urbanas cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU.